Nelson Morales
Jordalys Bastidas
Liliana Marín
La desigualdad no se refiere
únicamente a la distribución de la riqueza, sino al acceso a la educación, servicios de salud, oportunidades
y micro-finanzas. Lo alarmante del asunto no es meramente una razón
distributiva o económica, la cara de la desigualdad se ve cuando los países
aseguran que “los niños pertenecientes al quintil más pobre tienen hasta tres veces
más probabilidades de morir antes de cumplir los cinco años que aquellos de los
quintiles más ricos”.
En ese sentido, la reducción de las
desigualdades se hace un asunto de tratamiento urgente al ver que 5 compañías
(Apple, Alphabet, Microsoft, Exxon Mobil y Facebook) en el 2015 y 2016
registraron más beneficios que 180 países juntos. O que 85 personas ostentan la
misma riqueza que la mitad de la población mundial (3. 500 millones de
habitantes).
Evidentemente las desigualdades entre
países parecen insignificantes al ver las magnitudes entre personas. Ahora bien, ¿Será cierto que el hecho de que esos 85
individuos empujan la economía global y su ascenso significará en poco tiempo
la salida de la pobreza del resto? Pues bien, al respecto, las Naciones
Unidas opinan que “por encima de un
determinado umbral, la desigualdad perjudica al crecimiento y la reducción de
la pobreza, a la calidad de las relaciones en los ámbitos público y político de
la vida, y al sentimiento de realización y autoestima de las personas”.
El reconocimiento de estos
desequilibrios lógicamente no son bien vistos por la élite económica mundial.
No obstante, hoy muchas más personas, organizaciones y países trabajan en pro
de un mundo más justo y equitativo; estos han logrado que el décimo lugar de
los objetivos del desarrollo sostenible esté dedicado al tema de la reducción
de las desigualdades.
Entre las metas fijadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU) se encuentran: para el 2030 que el 40% más pobre incremente sus ingresos, potenciar la
inclusión social, económica y política de todas las personas y garantizar la
igualdad de oportunidades.
Al respecto, los expertos en materia
de desigualdades en las Naciones Unidas,
reconocieron que las desigualdades “son elevadas y pueden constituir una
amenaza para el desarrollo social y económico a largo plazo”. En especial
en el continente Americano, donde se reporta el mayor grado de desigualdad en
el planeta.
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El continente más desigual
Desgraciadamente el continente americano tiene la particularidad de tener la brecha más
amplia entre países ricos y países pobres, también entre personas ricas y
pobres habitando zonas cercanas. Sin embargo, es importante mencionar que
el África subsahariana, es más desigual que el continente Americano, pero por
ser una región de un continente, la mayoría de las veces no se toma en cuenta.
Un punto muy importante es que en los
últimos 15 años la pobreza en el continente ha descendido un 30% y aunque esto
sea positivo para todos, los multimillonarios del sur de América han visto
crecer sus ingresos 6 veces más rápido que el PIB de los países
latinoamericanos.
Otro dato interesante, en cuanto a la
desproporción en la distribución de la riqueza en el continente es que el 10% de los individuos más ricos del
continente ostentan el 71% de la riqueza total de la región.
Un precepto muy común se escucha es
que “el que más tiene es porque más
trabaja” y necesariamente no es así, a pesar del esfuerzo y el arduo
trabajo de un individuo, la movilidad
social en el continente no está garantizada con la facilidad que reportan
otros países del mundo.
Otro fenómeno ampliamente registrado
en las ciudades del continente es la “metro-polinización”
es decir, el hecho de que en un mismo territorio geográfico el centro ocupe los
lugares de desarrollo, infraestructura, inversión y educación; y las zonas
periféricas se caractericen por
constituir cordones de miseria y marginalidad.
Si bien los líderes de la región están
conscientes de este hecho y lo
manifiestan en las cumbres llevadas a cabo en distintas instancias, no hay una
política masificada que busque reducir las desigualdades. Por el contrario, los
mandatarios han decidido promover espacios de integración económica que
favorezcan el comercio y la competencia, como lo es MERCOSUR.
En ese sentido, las perspectivas del continente
americano, en cuanto a dejar de ser el espacio más desigual del planeta, no son
prometedoras.
Venezuela y la reducción de las desigualdades
La mayoría de las organizaciones
financieras y económicas en el mundo prefieren no incluir a Venezuela en sus
estudios debido a la distorsión en materia cambiaría y el manejo de datos
macro-económicos. Sin embargo, intentaremos
hacer una aproximación al problema de la desigualdad en el país teniendo en cuenta los criterios más fuertes al respecto.
Al hablar de Venezuela es necesario diferenciar entre el periodo de la administración del
presidente Chávez y la actual administración del presidente Maduro.
La primera se caracterizó, en materia económica por llevar cierto orden
que permitía comparar con otros países en diversos indicadores, la segunda es mucho más compleja de evaluar por la división del tipo cambio, el control de
precios, la escasez y el ocultamiento de datos macroeconómicos.
El indicador que generalmente se usa
para medir la desigualdad de ingresos en la región y en Venezuela es el índice de GINI, un indicador que varía
de 0 a 1 y donde, los países más cercanos a 0 son los que mejor distribuyen la
riqueza y los que se aproximan a 1, los que la distribuyen de forma más injusta.
Durante el periodo del presidente Chávez, Venezuela se mantuvo el
primer lugar del continente en el índice de Gini, siendo
el país que mejor distribuía la riqueza.
Indudablemente esos años estuvieron marcados por los altos precios del
petróleo. Para el 2017, sigue ocupando
el primer lugar según la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL) “Venezuela -igual que en
2012-, se ubica entre los países con el mayor nivel de igualdad en la
región junto a Uruguay y Argentina, con un valor promedio del coeficiente
de Gini de aproximadamente un 0,4”.
No obstante, para Luis Pedro España, profesor de la UCAB y
sociólogo “la desigualdad en Venezuela,medida en términos de ingresos por el índice de Gini, está creciendo a pesar de
la crisis económica y que eso indica que existe un grupo muy pequeño de
venezolanos que vive de los dólares subsidiados”.
Así mismo, España divulgó que en un
estudio llevado a cabo por la UCV, UCAB y USB, se determinó que “la
que la pobreza, medida en términos de ingresos, alcanzó el 84,6% de los hogares
del país”. Esto tomando en cuenta la tasa en ingresos basada en el
mercado negro. Ahora bien, esta tasa está penada por la ley de ilícitos
cambiarios y por ello, los datos oficiales reflejan otra realidad.
Por su parte, el Ex vicepresidente del
área social, Héctor Rodríguez, destacó
que “Con
un índice de GINI de 0,390, Venezuela es un país cada vez menos desigual”, También enfatizó que en los últimos 15 años
esto ha sido posible gracias a una inversión social de 623 mil 580 millones de
dólares.
Por ello al principio mencionamos la
complejidad de medir estos datos en Venezuela. Dónde si bien es difícil
adquirir divisas corrientemente, los servicios públicos y parte de los
alimentos son subsidiados por el Estado a un “dólar barato”.
Este financiamiento indirecto en
dólares no abarca las necesidades de divisas del total de la población por dos
razones fundamentales. La primera que es Estado ha reducido dramáticamente la
emisión de divisas al sector importador y la segunda que la tasa de
convertibilidad fijada por el ejecutivo
está por debajo de lo que establece el mercado.
En consecuencia, la reducción de la desigualdad en Venezuela está en entredicho por las
distorsiones a nivel económico que no permiten tener un panorama claro de lo
que sucede en materia de reducción de la desigualdad.
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El índice de GINI como indicador de bienestar
La experiencia en materia económica ha
demostrado que muchos indicadores son insuficientes para revelar qué tan bien
vive una sociedad. Es decir, el hecho de que un país tenga un creciente PIB,
una inflación baja o un buen índice de GINI; no quiere decir en términos prácticos
que sus habitantes gocen de un bienestar pleno.
El ejemplo más evidente que tenemos es México, cuya economía crece alrededor de 3% cada año y sus cifras macro-económicas son relevantes en el continente, pero contradictoriamente la
brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor y la pobreza extrema alcanza un
rango del 8% de la población.
Entre los países que según el índice
de GINI reportan cifras alarmantes de desigualdad están Honduras, Colombia, Panamá y Chile. Al otro lado de la acera se encuentran
Venezuela, Argentina y Uruguay.
En ese sentido, el índice de GINI
solamente mide el nivel de ingresos de la población con respecto a la riqueza
generada. Se supone que los países que mejor índice de GINI reportan deberían
ser los países con poblaciones menos desigualdad. Pero, específicamente en el
casi venezolano, sería reduccionista aseverar que la distribución de la riqueza
tiene que ver directamente con la crisis, al existir otros factores de mayor
peso como los bajos precios del petróleo,
el control cambiario, el control de precios y los impases con el sector
privado.
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De esta forma el indicador de GINI es
solamente una forma de medir la distribución de los ingresos en una sociedad,
pero es insuficiente para determinar si esa distribución significa directamente
que esa sociedad vive mejor.
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